Oremos...
¡Hermana, hermano!: ha llegado el momento de que te arrepientas de todos tus pecados. Consigue un lápiz afilado y un cuaderno de doscientas hojas donde puedas escribir un compilado de tus malas obras. ¿Recuerdas las oraciones indispensables para la confesión? Pues hurga en tu memoria que muy pronto te ofreceremos la absolución en El Equipo de Campaña.
¿Te preocupa la penitencia que has de cumplir? Eso depende del tamaño y la repercusión que hayan tenido tus acciones. Pero tranquilo. Te ofrecemos negociar contigo, sin plazos forzosos, sin letras chiquitas. Somos muy condescendientes cuando se trata de política… ¿Y qué esperabas? ¿Que realmente habláramos de un signo religioso?... ¡Venga!, si nosotros somos igual o mayormente pecadores. Además, no creemos estar certificados para limpiar almas. Una actividad tan peligrosa nos tomaría años de extenuante capacitación, ¿no lo crees?
Como sea. Hablamos de tus pecados políticos, hijo mío, hija mía; de tus graves faltas en campaña. Arrodíllate y reflexiona. ¿Has copiado la creatividad de otros? ¿Has sido soberbio al momento de escuchar la opinión de los miembros de tu equipo? ¿Has despotricado frente a los medios comunicación? ¿Has producido materiales de campaña sin tomar en cuenta la estrategia? ¿Has tomado decisiones viscerales?... Vamos, no temas. Déjanos ayudarte a que una nueva luz ilumine tu camino.
Antes que nada, debes saber que en la política como en el antiguo ideario del cristianismo, existen siete pecados capitales. ¿Recuerdas el nombre de los siete, ésos que has visto personificados en cualquier pastorela? Exacto: lujuria, envidia, pereza, avaricia, gula, orgullo e ira. Pues si lo piensas detenidamente, el equivalente político de estas añejas variantes del pecado es aquello que continúa derrumbando campañas políticas como por obra del maligno.

Qué miedo, ¿no?
Tú quédate tranquilo. Te ayudaremos a realizar un profundo examen de conciencia y, finalmente, a purgar tus acciones de toda maldad. ¿Estás listo?...
Veamos. Número uno, lujuria (ay qué sabroso). La acepción ordinaria de este pecado nos habla de un exacerbado y patológico apetito sexual que va en contra de la moral consensuada, o, en una connotación mucho más amplia, de cualquier tipo de depravación o apasionamiento incontrolables. Bien. La lujuria como pecado electoral es precisamente la demostración de un comportamiento inmoral que va en contra de lo que la opinión pública espera de un posible representante y servidor del pueblo. ¿Andas muy seguido en la fiesta loca? ¿Has tenido noches de aventura o viejas historias de excesos que tus contrincantes puedan hacer públicas? Sé congruente con tu investidura política ya que tu bajas pasiones pueden destruir tus aspiraciones electorales o resquebrar tu imagen política de forma irreparable.
Número dos, envidia. En términos comunes: el obsesivo deseo de poseer lo que no se tiene e incluso de que ocurra el mal hacia quien goza de aquello de lo que no se es propietario. ¡Pum! ¿Quién no ha querido tener el carisma y talentos de otro candidato? ¿O la misma vestimenta de otras campañas tanto así que reproduce exactamente la misma identidad gráfica, marcas, frases o materiales audiovisuales? Pues esto es la envidia electoral, esa que calcina figuras políticas e impide a éstas explotar sus propias habilidades y carismas. Este tipo de envidia es la que mantiene a los equipos de campaña enfocados en derribar a sus adversarios mediante golpes bajos y les aparta de crear una comunicación inteligente, inédita y dirigida a cautivar a las masas.

¿Qué más? Ah, la pereza (¿y sí lo explicamos luego, con más calmita?). Esa decisión de no actuar, de dejar todo para después, de evitar esfuerzos que nos conviertan en seres responsables de su propia existencia, es uno de los peores vicios capitales. Durante las campañas, la pereza está representada por esa negligencia brutal de no realizar las cosas en tiempo y forma para llegar al éxito; es decir: hacer investigaciones a medias; no desarrollar una plataforma concreta de acciones y propuestas; no comunicar las grandes decisiones a los líderes y expertos del equipo para ahorrar tiempo; dejar la producción de materiales de campaña para el final; no esperar demasiado para cambiar una comunicación evidentemente errónea; no anticipar las crisis o dejar que éstas se vuelvan mucho más profundas.
Cuarto: avaricia. Atesoramiento de riquezas y posesiones que excede lo racional y se convierte en una violenta obsesión que carcome nuestro espíritu. El vínculo entre la avaricia y las campañas está explícito no sólo en la negatividad de gastar lo suficiente en la producción que necesita tu candidatura, sino en el hecho de no soltar las cosas que crees como útiles pero que en realidad no te sirven para alcanzar el triunfo. Ser avaro con tus propios paradigmas y no tener la capacidad de desprenderse a tiempo de todo aquello que provoca tu descenso en las encuestas: los malos consejeros, ideas, discursos, ejecuciones creativas, etcétera. En política no hay peor error que aferrarse a las cosas que no funcionan.
El siguiente pecado capital es la gula. ¿Quién no se ha dejado llevar por la ansiedad de comer y beber más de lo físicamente posible y necesario? Bueno, pues éste es uno de los pecados más destructivos para la salud y para las campañas. ¿De qué manera se manifiesta la gula en tu intento por ocupar ese nuevo escaño que hinchará aún más tu currículo? Fácil: cuándo quieres abarcar más de lo posible, de lo estratégico, caes en la gula electoral (o política). Ante toda circunstancia debes actuar con inteligencia y ser consciente de lo que verdaderamente puedes lograr y del número de pasos que te conviene avanzar. Cuando caes rendido ante las ansias de poder o quieres extender demasiado tu proyecto sin algún plan con objetivos definidos, navegas directo hacia la ruina. No porque tu imagen esté pegada en cada vidrio, en cada televisor, significa que estarás ganando. Debes identificar lo que es nutritivo para tu campaña y evitar matarla con más calorías de las que necesita.

Orgullo... Omitamos la acepción positiva de éste término y hablemos del pernicioso autoencomio hacia tus logros y habilidades, sí, ese que infla tu cuerpo de soberbia y te hace flotar sobre la dignidad de los que están a tu alrededor. De los pecados electorales, éste es el más común y el que causa los peores daños pues ciega a los líderes que deben ejecutar las decisiones más importantes para la campaña. El orgullo como pecado te vuelve incapaz de aceptar tus propios errores o los consejos que cuestionan tu proceder; te hace subestimar la capacidad de acción de tus adversarios o la inteligencia del electorado, en cuya fuerza radica la de tu movimiento; te vuelve petulante, intolerable y limitado para trabajar en equipo, restándote poder y obviamente posibilidades de victoria.
La ira, el último de los pecados capitales, es esa acumulación de sentimientos oscuros que devienen en una furia implacable y que nos orilla a lastimar verbal o físicamente a cualquier persona, e incluso, a nosotros mismos. Como pecado electoral, la ira se manifiesta principalmente en la toma de decisiones viscerales motivadas por el estrés de la contienda. Asimismo, en cualquier arranque que ocasione rupturas en el equipo de campaña y transgresiones irreparables en la estrategia. Con mucha frecuencia, la ira puede causar descoordinación en la logística y provocar que muchos objetivos no sean conseguidos. Una campaña gobernada por el impulso, es una bomba que explota siempre antes de tiempo.
Cómo ves, hija, hijo mío, hay tanto de qué arrepentirse y tanto de qué cuidar tu corazón. Si estuviste al borde de caer en estos pecados o en sus derivaciones, ésta es tu oportunidad para deshacerte de los horrores del pasado y comenzar una historia nueva donde se materialicen los éxitos que sueñas. Ven, entra al confesionario, y déjanos redimir cada uno de tus proyectos políticos. No te resistas más y conoce una nueva experiencia de crecimiento espiritual…
La realidad es que todas las campañas y todos los candidatos están expuestos a sufrir y cometer errores; es natural. Sin embargo, todo este tipo de vicisitudes o ‘pecados’ pueden eludirse con prevención y una guía experimentada. Por ello, cada vez que se te ocurra postularte como representante de una ciudad o país, no te olvides de contar con una asesoría especializada que te apoye en la toma de decisiones y ejecución de tus lineamientos tácticos.
Siempre te hará falta quién te diga cómo y qué decir; a quiénes y de qué manera hacerlo. Siempre necesitarás un logo, un plan de acción, un concepto creativo, desarrollar una investigación, generar movimientos, preparar debates, enfrentar crisis repentinas… Y para darte las herramientas que construyan tu candidatura, existimos nosotros.
No enfrentes solo a tus demonios. Cada vez que lo necesites, El Equipo será tu escudo y espada. Para avanzar, para cambiar, para ganar.
¿Tienes alguna campaña a la vista?...
A por ella.
Ahora vete y no vuelvas a pecar.
