Protagonistas de la política

Es tiempo de la gran gala. Ya la luz de los reflectores lucha contra la oscuridad del cielo y el terciopelo de una alfombra color escarlata oculta la vulgaridad del suelo. ¿Quién de todos los candidatos se convertirá en la mejor de todas las estrellas? ¿Quién sobre sus manos sostendrá al hombrecillo metálico y sin rostro que instala toda carrera actoral y cinematográfica en el Olimpo californiano?

Hoy los amantes del cine se comen las uñas deseando que sus películas, protagonistas y directores favoritos resulten poseedores de la estatuilla dorada. Junto a ellos, la nación periodística prepara todo detalle para dar cobertura a la premiación más estrambótica del arte fílmico; una fiesta que intenta consagrar el talento y esfuerzo de miles de personas que viven al servicio del entretenimiento.

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Y mientras un sinnúmero de almas cuentan las horas para que comience la ceremonia, otro espectáculo, con otros protagonistas, se lleva a cabo sin descanso; una parafernalia cuyo origen es primigenio y cuya funcionalidad determinante para la administración de la vida en sociedad: sí señores, me refiero a la política

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Pero el ‘juego del poder’ no le pide nada al cine. Es más, alegóricamente diría que se trata de un arte cuyo proceso de creación es similar –al menos, en cuestión de campañas electorales–. Por fuera, los dos ámbitos exhiben una pompa y excesos descomunales y, por dentro, una elaboración que requiere de estrategia, contenidos y talento de primerísimo nivel si quien participa en la realización de tales productos desea saborear los exóticos canapés y el champán de los triunfadores.

¿A qué me refiero? Dejemos que la mente vuele.

Como si se tratase de una película, un candidato es el actor principal de su campaña y, siendo la figura sobre la que se centra la trama, debe desempeñar su papel a la altura del máximo reconocimiento: la victoria electoral. Como protagonista, debe prepararse para comunicar distintas emociones que habrán de vincular al público con la propuesta que distinga a su ‘película’ de otras que están siendo producidas. En el momento justo, debe conmover, motivar y generar la empatía suficiente para que los ciudadanos se transformen en los actores secundarios (acaso los principales) que acompañen la evolución de la historia. Al igual que un actor de élite, el candidato, no debe fingir ser un personaje, sino encarnar la mejor versión de sí mismo para adaptarse a la necesidad comunicativa del electorado y transmitir un mensaje convincente, dando una demostración maestra de versatilidad y vocación política.

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Pero un actor, solo, tiene escasas probabilidades de llevarse el gran premio. Para abrazar el anhelado trofeo y proferir un conmovedor discurso, su actuación debe ser respaldada por una serie de elementos que son esenciales para que todo su esfuerzo estalle en fuegos artificiales: un guión bien estructurado, una dirección loable, una producción de calidad, y un presupuesto digno de una historia ganadora.

Ningún actor, ningún candidato, puede explotar todo su potencial sin un guión bien escrito. Ninguna película, ninguna campaña, puede trascender sin una trama que nos permita experimentar la realidad desde un punto de vista novedoso, efectivo.

La estrategia de una campaña –por otro lado– es como el guión sobre el que se erige toda producción cinematográfica. Y cuando se tiene intención y posibilidades reales de ganar una elección, el guión de la campaña debe partir de una exhaustiva investigación sobre el entorno y contener todas aquellas directrices que al protagonista de la historia le ayude a convertirse en un absoluto candidato al triunfo. Una estrategia notable se nutre de un excelente trabajo de análisis e inteligencia; así como del conocimiento político, de la planeación logística y del establecimiento de los objetivos principales y secundarios que deben comunicarse en cada etapa de la contienda.

Qué decir del director que lidera la ejecución de la película, de quien elige la fotografía que identifica a cada escena, de los grandes actores de reparto. Todos, artistas cuyo talentos marcan el camino que cada protagonista debe andar para llegar a la cima.

En toda campaña, hace falta siempre un director que tenga la visión correcta sobre el mejor sendero a elegir, los peligros a sortear, las palabras a elegir, las emociones a transmitir. Asimismo, es imprescindible el consejo y la colaboración de un grupo de expertos en temas estratégicos, operativos, jurídicos, políticos, comunicativos, de investigación y finanzas para ejecutar la estrategia de campaña de manera perfecta y conformar así, un producto memorable; una campaña ganadora que, como un filme digno del Óscar, demuestra ser una constelación de esfuerzos, aunque disímiles, armónicos.

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Tanto para una campaña como para una película de época, se requiere de una excelente producción. Cantidad, no necesariamente significa calidad, sin embargo, siempre es bienvenido contar con las manos calificadas y suficientes para darle vida a la obra que yace sobre el papel; siempre es más fácil cuando se cuenta con una gran cantidad de dinero para invertir en todos los procesos que dan materialidad a nuestros objetivos.

Para llegar a lo alto, se necesita creatividad y acciones tácticas que vuelvan tangibles las campañas y proyecten la figura de nuestros protagonistas. Se requiere de publicidad, propaganda, comunicación en redes, videos informativos, emocionales; mitines, reuniones, conferencias, merchandising, estudios cualitativos, cuantitativos; inserciones en medios, movilización de tierra… Una campaña sin una producción de calidad y sin la capacidad financiera para llevar todos los mensajes al espectro electoral que le corresponde, difícilmente aspirará a “llevarse la estatuilla” (desde luego, existen gratas excepciones).

No está de más decir que para que nuestro candidato obtenga los méritos necesarios para convertirse en el mejor actor de la temporada, en el ganador de la elección, el equipo que lo acompañe debe priorizar el contenido sobre la producción. Un blockbuster que base toda su fuerza en los mejores efectos especiales no es garantía de éxito político. En este oficio, a diferencia del cine común, no todo se trata de oferta y consumo fugaz, sino de la construcción de proyectos que deben permanecer vigentes durante años; creaciones que son capaces de moldear la realidad y definir el futuro de las naciones.

Así es como inicia otra tiempo de nominaciones. Debemos comenzar a crear nuevas campañas, con mejores contenidos y grandes figuras que conquisten a la ciudadanía con su performance. Somos como directores de cine que buscan revolucionar su arte. Y la carrera por el máximo galardón, nos llama una vez más.

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